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por Prólogo: “Soy un ser urbano, en un nuevo milenio pero sin nada nuevo.” Nadie niega el placer que le provoca al individuo destacarse de entre la masa, mayormente en estas nuestras grandes ciudades donde el hacinamiento provoca inconscientemente la pérdida de identidad, la tan conocida masificación del individuo. El fenómeno actual es mas extremo, y ha provocado un quiebre social que resulta en un desinterés mutuo total y da lugar a lo que llamaré “la muerte social”.
Lo primero que uno puede observar de nuestro entorno cuando se levanta y toma contacto con algún medio masivo de comunicación, es el desinterés en encontrar el porqué del tema que tratan. Todo se reduce a una opinión que en función de las necesidades de la masificación debe ser efectiva y aceptada por la mayoría (estéril en contenido). Haciendo culto al despilfarro de palabras vacías de contenido. Es una posición cómoda (por todo lo vivido también es ingenua), el pensar de que con un nuevo gobierno todas nuestras penurias desaparecerán de repente como por arte de magia sin tomar en cuenta de que el mínimo cambio social solo podrá ser realizado con una bien planeada política social sostenida por al menos 10 años. La necesidad
de socializarnos nace de un simple pero elemental concepto de sobre
-vivencia. En nuestra
descripción hemos olvidado la figura del LIDER, que de forma
inevitable aparece en toda organización. El poder de la sociedad
tiende naturalmente a concentrarse en esta persona, y esta delegación
de poder puede ser por imposición de la fuerza o bien por consenso
común (consciente o inconsciente). De este modo podemos observar
el primer quiebre en el concepto antes expuesto. Una historia: En algún lugar de alguna gran ciudad de nuestro país una madre soltera y desocupada acaba de perder a su hijo, Tomás, de dos años. En el hospital le han dicho que murió por desnutrición, la leche materna que aún era su único alimento, no tenía nutrientes por la pobre alimentación de Ester, su madre. “No
tengo idea siquiera que es lo que me empujó a este límite,
pero con toda seguridad ya no puedo dar un paso atrás. Pensar
que fue solo ayer en que por primera y única vez bajé
mis ojos, los mismos que cada mañana a vuelo de ave sobrevuela
todo lo que nos rodea y sin querer o sin poder ignoran todo lo realmente
importantes. Yo te ignoro a vos, vos haces lo tuyo conmigo y nosotros
le respondemos a ellos con la misma indiferencia con la que nos tratan
ahora. Sin escape, sin respuestas volvemos a empezar cada día,
cada vez con menos sueños y tratando de convencernos que todo
está realmente mal por la acción de los ellos....los otros.
Sí!! esos mismos a los que habíamos tratado con indiferencia
hoy nos miran desde arriba como si no existiéramos. O será
que ninguno de todos nosotros que aparentamos existir existe de forma
cierta. Morir,
y de algún modo volver para encontrarnos donde mas nos plazca,
sin tantas preguntas ni reproches, solo nosotros para volver a concebirnos
como al principio de los tiempos. Solos y colaborando para dejar sobrevivir
y comenzar la vida.
Nosotros
y ellos, pensamiento extremo que históricamente destruyó
todo a su paso. Ser otra cosa, incorporar el hecho de que se está
del otro lado y que en medio hay una pared infranqueable provoca el
sentimiento de “nada que perder” el mismo que mueve a los
sentimientos de odio y destrucción mas haya de cualquier tipo
de explicación racional. Es allí donde los actos de extremada crueldad, a los que ya estamos acostumbrados a ver en las calles de nuestras ciudades, no pueden explicarse bajo los conceptos tradicionales y superficiales que hablan del “MAL” encarnado. Esta respuesta siempre ha sido tranquilizadora porque simplifica la solución del problema al hecho de eliminar el “MAL”, ya sea mediante la pena de muerte, mayor cantidad de fuerzas de seguridad, mayor número de prisiones, etc. Pero al fin vemos que dichos medios tienen la misma naturaleza maliciosa de aquellos actos repudiados y por ello llegamos a la paradoja de convertirnos en lo mismo que repudiamos, y de tener que eliminarnos nosotros mismos ya que somos parte de ese “MAL”. Estos conceptos usualmente lo leemos, y escuchamos de muchos miembros de nuestra sociedad que sin recapacitar profundamente sobre ello y movidos solo por pasiones provocan mas daño y resentimiento que soluciones.
“Nada excepto el silencio de la noche iluminaba el desierto de su conciencia, él por siempre sería un miserable, o por lo menos esa era su opinión.” No existen
soluciones de una sola arista, dado que todo problema es una interpretación
de un individuo sobre ciertos hechos reales, solo podremos encontrar
un camino para comenzar a construir una solución si abandonamos
nuestra tan usual apatía y construimos una nueva forma de socializarnos.
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